[Foto: Autor Desconocido]
Aún sostengo,
entre los murmullos de mi mano,
aquella última metáfora
sobre el aire que no me sobra
y la oscuridad asmática
que se extiende
por sobre tus bordes.
Pero no me basta.
El horizonte y sus prorrogas
nunca me han bastado.
Cuánto he aguardado
el momento propicio,
ese instante oportuno,
en el que derrumbar las nubes.
Y sin embargo,
el destino me fue
siempre esquivo.
Duele saberte
con los pensamientos dislocados
en la anamnesis
del sol y su sonrisa
y no en mí,
nunca más en mí,
que soy llovizna y granizo.
Cuanto odio mi porosidad,
mi sutil fragilidad
y por sobretodo a ti.
La ambivalencia deambula
entre mis paradigmas,
y también te amo,
también te arrullo,
te protejo,
y de vez en vez,
te desmiembro
te sacudo
y te desarmo.
Torpe intento el del viento
por entender la perspectiva del océano
remontándose en sus olas.
Y los escollos
se interponen siempre.
Y "siempre" no basta.
Ninguna meretriz limitación
me ha bastado nunca.
La infinidad del universo no basta,
para convencerme
a mí y mis escombros
de que estos brazos
no fueron concebidos
para abrazarte.
La sola idea de estrecharte
me regocija y completa.
Mis nirvanas han sido,
en todo momento,
besos minimalistas.
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