domingo, 24 de junio de 2012

ATISBO DE LOCURA



[Foto: Robert & Shana Parkeharrison]


El niño que nació obsoleto
solloza sobre la espalda de la vida.


Solloza
porque lo arrojaron al invierno
descalzo de alas
y armado
con un corazón de viento.


Se despliega en la niebla
su nombre de cornisa,
                  de estrépito,
                  de muerte.


Y él, atragantado de noche,
le confiere a la tribu
de los náufragos
los honores del mendigo.


No quedan arrullos
para los que amordazan muertos,
ni sobran reliquias
para los que exorcizan silentes.


Sólo está ese sol,
ávido de cuerpo,
que detesta el bosque.


El niño que nació transparente
solloza una ópera de páramos.


El niño que nació raíz
pretende ser rama
           más nunca
           asomará su follaje.



Elegido para 
formar parte de la antología poética 
"Revelaciones"
de la selección de cuentos y poesía
de la Editorial Dunken 2012
compilado por Ricardo Tejerina



viernes, 1 de junio de 2012

PURGAR MARIPOSAS


[Foto: Broke Shaden]


La forma
en que sus ojos anochecen,
cada vez que ríe,
me embriaga.


Pero temo conocer
el revés de su nombre,
porque eso me empujaría
a la locura de querer
abrazar su contorno
hasta desintegrar el propio.


No sé si la amo
o si oculto a mi conciencia
tal premisa.
Mas, estoy seguro
que las tormentas
alojadas en su cabello
son mi fetiche,
y que en su cintura
se acurruca
el mejor de los poemas.


Es así, que cuando
nuestros astros coinciden,
disfrazo el nudo
que se apodera de mi garganta
con palabras torpes
y evito, con ademanes
de prestidigitador,
detener la mirada
en sus labios,
porque el magnetismo
que profieren
haría peligrar la coartada.


Me conformo
con que cante sonrisas
en mis párpados
y ruborice al viento
que se cuela por su escote
buscando aquel lunar
del que pocos saben.


No me escucharán decir
que huele a canela,
porque ésta
palidece al lado suyo.
Huele más bien
a cielo y orgasmos.


Seamos realistas,
la desnaturalización de su imagen
en un concepto sublime
no mermara las ansias
de corromperla
y volverla un apéndice
de mi lujuria.


Y sin embargo,
debo restringir ese latido
a las recámaras del cuerpo.
             No dejarlo salir,
             no dejarlo hablar,
pues eso conllevaría
la total aniquilación.


Aunque, reconozco,
no me amedrentaría
la posible extinción
si la misma resultase
de perder el oxígeno
en al menos
             un beso suyo.


No, no sé si la amo
o si busco tan sólo
purgar mariposas.



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