sábado, 26 de marzo de 2011

LA INTROSPECCIÓN DE LA ROSA: LATIDO INCONCLUSO

Armonía - E R I Z O

[Foto: Autor Desconocido]


Abrazo las pupilas de esta noche
que agolpa sus entrañas
en la febril caricia
de un latido inconcluso;
cierro las pestañas
para recordar
la fragancia de la rosa
la aspereza de su cáliz.


Pienso...
y las estrellas titilan gotas de nácar.


Es entonces
cuando las espinas
desfilan hacia dentro,
y se aferran a las pieles salinas
de la nostalgia;
al erial de contornos
y memorias
tan renuentes de olvido.


Pienso...
mas el tiempo no me alcanza.


Mis manos,
estas manos
que intentan alcanzar
la aridez de un sentimiento
en las ateridas puertas
de una mustia sonrisa,
me recuerdan la piedra del molino
en el que ya no hay vida.


Pienso...
y el silencio acobarda la razón.


Aquí adentro,
donde se columpia la llovizna,
no hay refugios ciertos
y aún así, camino
en la desnudez
siempre hacia mi anverso,
a la nación del ego,
al origen de mis palabras.


Pienso...


Pienso...
y el número de pasos
se me hace infinito.



lunes, 14 de marzo de 2011

LA PETITE MORT


Foto: Autor Desconocido


Hermafroditas mis dedos
requisan tu piel, esa tu piel
de arándanos y gemidos,
oteando, desde las colinas
de tus pechos de escarcha,
narcisos creciendo
allá, donde debiera
estar tu ombligo.


    El hambre aumenta.
             La sed desborda.
                   Las ansias ganan.


El alud ya no se reprime
y sus exhalaciones muestran
la voracidad del tacto
masticando los oídos,
en tanto entinto tu cuello
              y lo delimito
              y lo adoso
              a mi feudo de nubes.


Serás mía hasta el alba.
en mi cenit,
cuando mengüe,
e incluso luego.


Los corazones crepitan.
La sangre ya no basta
para apaciguar los anhelos
de cielos tintos.


       Debo ir más allá
       del placer de la saliva.


Debo bajar,
         descender,
a la grieta y zambullir
la libido de mi verbo,
el cuerpo de mi palabra,
en tus prerrogativas de sirena.


Y entonces oírte cantar,
ninfa de la carne,
en esa lírica ininteligible
de selvas deforestadas
por el sudor del éxtasis.


Contemplando en tus pupilas
la orgía de estrellas que enmarcan
el borde del mundo pendulante
en mi boca de enredadera.


La misma 
que te alcanza el vértigo
de los puntos suspensivos,
dilatadamente excitados,
hasta tu paraíso de espasmos.


Aguardando se oxide el aire
y te atrape 
para mi disfrute
en ese cierre de ópera,
ese ocaso hedonista,
de guirnaldas sanguíneas
 y asfixia sináptica
al que llaman:
            

              La pequeña muerte.




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