miércoles, 6 de julio de 2016

TIRITAR


[Foto: Alberto Polo Iañez]


Aquí dentro
los árboles se enajenan
junto a los sonidos
precipitados a lo inaudible,
en tanto pierde lustre
aquello que ostentaba
se conjuran las huestes
                    de lo marchito.


Doliente la orfandad llovizna
sobre la desnudez remanente,
esa intemperie minimalista
de líquenes y moscas
reacia a confesar su nostalgia
del abrigo que otrora
le confiriesen los pájaros.


Entonces el temor a la noche
se me revela inherente
pues incluso en la somnolencia
evoco las texturas del fango
para alimentar a los heraldos
de quienes propagan la ceniza
que antaño fuera mi infancia.


Llega el cese de todo homenaje
en la hora tumultuosa de la escarcha
en la que los demonios
encabritados del letargo
acuden ávidos de conquista
a reclamar bajo el blasón invernal
                             la corona última
                                 de mi nombre.



sábado, 10 de mayo de 2014

SOBRE AMNESIAS Y MUERTES

[Foto: Arno Rafael Munkkinen]



Una sinfonía de gusanos me recibe, 
en tanto la morada de antaño se invoca escombro.
Nunca hubo sitio 
para que repose mi osamenta.


           ¿Dónde han quedado los homenajes? 
                 ¿Dónde se han ido todos los edredones? 


Soy un espectro rezagado en el invierno, 
del que incluso la niebla se mofa 
abriéndose de piernas 
para que contemple el sol. 


Más yo no sé del rubor, 
sé de los extintos, 
de los que yacen bajo las flores, 
de los que se aparean con los fósiles.


Sé de ella pronunciando otro nombre 
y olvidando el mío 
incluso antes
de que yo mismo lo recuerde.



miércoles, 2 de enero de 2013

LA LENGUA DE LOS LEPROSOS

[Foto: Rodney Smith]


Siempre hablo del deterioro,
de las estrías que atraviesan
cuanto cardumen maquino,
cuanto limbo elaboro
            y nunca del corazón,
            nunca de sus abalorios.


Por ello me oprimo
contra la barriga de la luna
aguardando me adopte,
ansiando me guarezca
de todos mis sonámbulos
y sus alas.


Porque en mí
copulan los locos,
los derrotados,
la hueste negra
de los marginados.


No, no sé hablar del sopor
ni de lo narcótico del viento,
tampoco puedo referirme
al amasijo de coníferas
que sobrevive en la nación
de los que menguan.


Es que no sé dónde
residen las palabras
para halagar a las nubes.


Yo, el envenenado de vida
sólo entiendo
la gutural lengua
de los leprosos.


Y es que, cada mañana,
acontece el suicidio
de dialogar con los nudos
             que representan
             todos mis nombres.



jueves, 22 de noviembre de 2012

INTERMITENCIAS EN EL ANVERSO

[Foto: Autor Desconocido]


I
Bajo la cáscara 
el golem aúlla 
y sin embargo,
todo lo que me enseñaron
respecto a oscurecer 
no le rinde homenaje. 


II
Hay un miedo primordial, 
                    como un frío, 
a ser el huérfano 
al que no obsequien párpados; 
sucede, que en el corazón del loco 
soplar equivale a suicidio.


III
Ayer nací de la boca desgastada
del paraguas
pero no se me advirtió 
sobre la naturaleza acuosa 
del espíritu. 
Quiero creer, que es posible 
me habite mayor vegetación 
que la que representan 
los líquenes. 


IV
A veces, los sonámbulos 
me reclaman con voces
que asemejan cascabeles, 
otras son trompetas. 
Entonces, difumino mis pies
para sentirme fantasmas o nube. 
Y cuando los lobos engullen
los relojes de la jaula 
mi túnica se vuelve 
un oleo insoluble. 


V
Confecciono así algunos nudos
con la longitud de mi risa, 
porque sólo de ese modo 
se me excluirá del bostezo. 
Me aterra pues,
la cadencia indescifrable de la espera.


VI
El cardumen avanza pavoroso 
por las avenidas del pensamiento. 
Acero y filos.
La ceremonia no será interrumpida. 


Sobre el altar mi cuerpo, 
mi todo desvencijado, 
alimenta a los invisibles, 
                  los indescriptibles, 
                  la tribu atroz 
                  de los inefables.



jueves, 13 de septiembre de 2012

ANTAÑO, LA VOZ

[Foto: Alberto Polo Iañez]


Las vestiduras de la nada
son de mi talla,
pero se me han obsequiado
las ropas garrafales
de un mundo que aúlla
                      y muerde.


Y aunque hubo una época
en la que mis sonidos
supieron ser soldados
hoy carezco de los vocablos
que se esgrimen
contra la desesperación,
contra la terrible desolación.


El poema calla.
El poema
      me apuñala.

Herido,
huyo al bosque
esperando dar con el sepulcro adecuado
para las gesticulaciones deformes
de la sangre,
que estrangulada en el latido
me augura
contagio y locura,


He de ver migrar
a los mismos nómadas,
la tribu de los mudos,
en sus balsas de luto
al otro lado de la nostalgia.


Cuántos silencios más
tolerarán mis brazos.


Yo, el marginado
en los corredores del viento,
heraldo de las palabras
que remedan al hambre
olvidé el canto,
aquel himno,
en la profundidad
de la cicatriz más vieja:
              El nacimiento.



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